Jueves, 28 de febrero de 2013
Tres mesas con la de Nadie, jueves, la gente es estadística. Gráfica ascendente hasta el sábado. Mejor para estos chinos. Sopa de gambas con aleta de tiburón o con lo que sea, el sempiterno rollo de primavera, arroz blanco, desnudo, a puro huevo, ternera con Xian Mao o su puta madre. Y el Viña Chechu, of course. La de la mesa de al lado le dice al que tiene enfrente que su novio le confesó que dos días atrás me lié con otra, tú; igual fue, tú, un flashazo, razona el interlocutor de la chica, que concluye y así que nos dejamos. Se ha levantado ella hacia el excusado y Nadie por la ropa de arriba a abajo ve que va de progre o su equivalente en 2013; el interlocutor también, por la patilla. ¿Se estarán gustando esos dos? ¿Habrán llegado gustados? La sopa con aletas de tiburón o su puta madre la recordaba Nadie de cualquier color y cuerpo menos los que tiene delante de los ojos, espesa como la agripicante, más oscura en ese marrón oscurísimo del glutamanto denso. Se llevan bien los nenos, sangría para quienes aún no se han aficionado tanto al vino que beben ya cualquier vino. El Viña Chechu. El Viña Chechu con corcho y el Viña Caven con tapón de plástico cumplen sendas funciones de restaurante chino y sidrería a la perfección: en su maldad superlativa, el primero, ligero, casa, a tres euros la botella en mesa, sin reproches con cualquier plato que el cliente pida; asimismo el fortachón Viña Caven con pollos al ajillo y cachopos gigantescos. Definitivamente el chico aún no le ha introducido el órgano principal a la chica en su órgano central. No pasa nada, tiempo al tiempo: unas cuantas sangrías compartidas más y la cosa acaba, pero sin vello púbico, que no se lleva, como acabó la cosa de Nadie con la alguna del blog, la que lo llevaría a su primer chino. A bote pronto la salsa Xian Mao sabe a agua de colonia a granel. A bote pronto y cinco minutos después. La salsa Xian Mao no es, por tanto, recomendable. El arroz, a modo de forraje, la disimula. El chico ya se ríe como un tonto. Ella avanza locuaz sirviéndose y sirviéndole sangría.
-¿El helado chino es un helado normal o...?
-Es de vainilla.
Ya le está ella poniendo ojitos, ay. Se levanta y no hacia el excusado: le da al chico un beso largo en la mejilla, como dos besos concatenados, y otro, picante, picante, en la comisura de los labios. Vamos, tío, que la tienes a huevo. Pero el tío, que iba de progre, va además de gilipollas o de intelectual, quién sabe. No ha sido un beso en toda regla en la boca porque la respuesta posterior de él y hasta de ambos no es la del beso en la boca en toda regla sino la de dos amigos hacia lo inevitable.
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