Habemus Papam en miércoles ordinario de restaurante chino vacío al que Nadie da vida. Sobre la base de la sopa agripicante, la sopa de la casa,
más cara, tiene más tropiezos: gamba, que de entrada le da un sabor amariscado, y pollo. Al paladar el Viña Chechu se le ofrece a Nadie más afrutado que nunca.
Ha acabado Nadie la pesada jornada laboral entre la ondulada función seno y Francisco I, Papa negro por jesuita y supone que el primero, como Francisco I, americano. Las profecías están de enhorabuena por el color: si no acaba con la Iglesia Pedro el Romano, que con esta acabe el Papa negro. Habemus Papam y habemus trigonometría del pifostio. Insólito, se está demorando un plato, que llega sobre las palabras anteriores. Pica la salsa picante de las gambas en salsa picante, ma non troppo. Tal vez actúe por acumulación, mas a mano está el Viña Chechu, así que no pasa nada. Las raíces del restaurante chino son la cebolla, los champiñones laminados y las salsas agridulces. Capas de cebolla rectangulares de un centímetro cuadrado y champiñones laminados -decía, dice Nadie- abarrotan los platos y lo demás son combinaciones de alimentos aptos para ser manejados con palillos que Nadie y nadie que no sea primerizo no usa, usa.






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